martes, 15 de diciembre de 2015

Zajdi Zajdi: Crónica de un viaje a Sarandë y IV

A la mañana siguiente, tras las despedidas de rigor, un organizador me llevó al centro de la ciudad. Había decidido quedarme dos días más para conocerla mejor. Me alojé en un hotelito desde el que se divisaba el mar. Su dueño era un albanés que no hablaba ni papa de español ni inglés pero que, curiosamente, había llamado a su hotel Real por el Real Madrid. «¡España!¡Real Madrid!» eran la únicas palabras que conocía de nuestro idioma. No fue el único que me gritó Real Madrid cuando supo que soy española. Gracioso, considerando que el fútbol no me importa gran cosa. Me sentí tentada de gritar ¡Barsa! sólo por observar sus reacciones. A veces debería dejarme llevar, ¿no es cierto?



El temporal había pasado, por fortuna, sol radiante y temperatura cálida. Cómo no bañarme en el mar Jónico. Para mí, sumergirme en el mar es una especie de bautismo,un modo de conectarme con la Tierra; al igual que callejear sin rumbo fijo es un modo de conectarme con el espíritu del pueblo. Y eso hice, callejear por Sarandë.  




Restos de  la muralla

Busto de Hasan Tahsini 


Busto de Hasan Tahsini (1811 – 1881) astrónomo, matemático y filósofo albanés. Fue el primer rector de la Universidad de Estambul y uno de los fundadores del Comité Central para la defensa de los Derechos Humanos Albaneses.


Tumba de Bilal Xhaferi


Tumba de Bilal Xhaferi (1935-1986) poeta y novelista albanés, sobrino nieto del filósofo Hasan Tahsini. El Régimen comunista le persiguió durante la dictadura prohibiendo que editara. En 1969 huyó a Grecia y un año después a EE.UU, donde fundó la revista albanesa emigrante Krahu i Shqiponjës en la que se publicó material político literario y anticomunista. Aún en el exilio, Xhaferi fue perseguido por sus ideas hasta su fallecimiento en Chicago en 1986 en circunstancias sospechosas.


Restos de una Sinagoga del siglo V d. C.

La calle principal está orientada al turismo, hoteles y restaurantes modernos en los que degustar platos típicos, pero el resto de la ciudad no puede evitar mostrar las huellas de un tiránico pasado bajo el yugo de la dictadura comunista. 


Nilo gitano jugando con el mar





Albania ha soportado y sigue soportando duras pruebas, por eso su gente es dura, luchadora, superviviente. Se refleja en los rostros de los zapateros con todo su género colgado en pequeñas cuerdas en la puerta de sus establecimientos; en los lavaderos de coche que son eso, literalmente, hombres que lavan coches en descampados con bidones de agua; de quienes cambian divisa en los parques; de los ancianos que se sientan en los bancos junto al busto de Hasan Tahsini con la mirada perdida en la costa griega; de las mujeres que venden mantelitos de ganchillo en tenderetes improvisados.










Cuando regresé a España el avión hizo una escala de cinco horas en Milán, icono de la frivolidad del mundo occidental. Sentada en el aeropuerto con una botellita de agua que me había costado 3 euros observaba con cierto desdén, lo reconozco, las modelos que se contoneaban lánguidas con sus tacones imposibles, los esclavos de la moda con sus ridículos sombreritos, y los clientes de las tiendas de grandes marcas que venden un mundo artificial y superfluo, por mucho que quieran hacernos creer que esa es la perfección. 

Aeropuerto de Milán

La perfección es la del rostro de todos aquellos con los que me crucé en las calles de Sarandä, la mirada de Olivera Docevska cuando me hablaba de Derechos Humanos, las manos arrugadas de Agim Gjakova, la dignidad de Flora Brovina, la poesía de Agim Mato, la hospitalidad y fortaleza de Dashamir Malo.

Hasta pronto

Dicen que todo viaje es un viaje de autoconocimiento. Sin duda, este lo ha sido por ellos.
Mi eterno agradecimiento.



Hace años escuché una frase que me marcó: «Estamos tan solos porque construimos muros en vez de puentes». Ese es el motivo por el que el nombre de mi blog es Puentes y Muros. En él tiendo puentes y alzo muros. Sé que, a veces, estos son necesarios, pero el ser humano erige demasiados dentro de su corazón y fuera de él para protegerse del otro y para separarlo. En un mundo en el que se crean fronteras, construyen muros y extienden alambradas, la Literatura es un puente tendido al otro. 
Cuando en 2014 gané el Primer Premio de Relato del Certamen Aste Nagusia de Bilbao, ciudad del País Vasco que siempre ha defendido su independencia de España, sentí que se tendía un puente entre dos mundos. Lo mismo sentí cuando me invitaron a The Trireme of Ionian Poetry 9th Edition.
Quizá la Poesía nos salve. Como Facundo Cabral, yo también alumbro la esperanza de que algún día los poetas gobernarán el mundo.


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